El hombre del mañana
James Gunn, la mente maestra detrás de la trilogía de Guardianes de la Galaxia, nos entrega un Superman tan carismático como vulnerable, rodeado de un colorido elenco de personajes y una estética profundamente comiquera que se zambulle de lleno en la aventura y la ciencia ficción más delirante.
James Gunn comentó recientemente en una entrevista que hay tres orígenes de superhéroes que ya no necesitan ser contados en el cine: Batman, Spider-Man y, por supuesto, Superman. Un argumento acertado, ya que la historia de Clark Kent es conocida por demás. Como bien resume Jon Peters a Kevin Smith en aquella célebre anécdota sobre la fallida versión de Tim Burton: ‘Ah, sí, el maldito planeta. Boom. Okay, sigamos’. Esta premisa es un acierto rotundo para la película: nos sumerge de inmediato en la acción. No solo encontramos a un Superman ya establecido en Metrópolis, con todos sus clásicos tropos (los icónicos anteojos de Clark, la Fortaleza de la Soledad, su romance con Lois Lane), sino también con un elenco de personajes que irrumpen en escena como si siempre hubieran sido parte de nuestra familiaridad.
David Corenswet, el nuevo Superman, logra convencer tanto al fan casual que apenas se entera de esta nueva versión como al más acérrimo seguidor snyderiano que aún añora a Henry Cavill. Su Hombre de Acero es gracioso, heroico, tierno, un poco aparato y, sobre todo, profundamente vulnerable.
Superman es un personaje notoriamente complejo de escribir debido a su casi omnipotencia, y James Gunn se encarga (quizás de forma bastante explícita por momentos) de recordarnos que este es un Superman que puede ser derrotado, tanto física como emocionalmente. Sin embargo, es precisamente su resiliencia, más que su invencibilidad, lo que lo hace finalmente más humano.
Mientras Zack Snyder tendía a beatificar a estos personajes, Gunn los acerca mucho más a lo cotidiano: vemos a Superman cuidando a Krypto, un adorable supercan que sin duda se roba la película, y rescatando ardillas. Por otro lado, los miembros de la Justice Gang –Linterna Verde (Nathan Fillon), Chica Halcón (Isabela Merced) y Mr. Terrific (Edi Gathegi)– salvan la ciudad de diversas catástrofes bajo el auspicio de una corporación. Lo hacen con una naturalidad sorprendente, usando sus poderes mientras discuten la viabilidad del nombre de su equipo.
Rachel Brosnahan (The Marvelous Ms. Maisel) interpreta a una magnífica Lois Lane, y su química con Corenswet es extraordinaria. El Lex Luthor de Nicholas Hoult es un poco menos efectivo, quizás más irritante que un villano imponente, pero sí mantiene ese tono calculador que esperamos del archienemigo de Superman.
Aunque nos encontramos ante el relanzamiento total del nuevo universo cinematográfico de DC, la película se siente como un capítulo extendido y en live-action de la serie Justice League Unlimited (acaso lo mejor del género). Lejos de ser algo negativo, es todo lo contrario: el cine rara vez se permite capturar la verdadera extravagancia y absurdo de los superhéroes , algo que sí se logra en la animación o los cómics originales. Mientras la ciencia ficción fantástica del universo Marvel a menudo parece anclada en una cierta pretensión de «ciencia ficción dura», presentándonos una realidad alternativa simplemente más futurista, un facsímil high tech del mundo real, la respuesta de James Gunn es apostar por el delirio puro: perros que vuelan, mayordomos robots, un empresario que recrea el Big Bang y mantiene un pequeño universo con sus ex-novias presas adentro, un ejército de monos trolleando en Twitter, un kaiju y hasta una pulga gigante interdimensional.
El argumento central de la película, sin embargo, sí permite algunas analogías con el mundo real, aunque de forma lo suficientemente velada como para que la trama no se ancle en un subtexto excesivamente complejo. Si bien se pueden trazar paralelismos con países y figuras problemáticas actuales, Gunn prefiere abordar estas ideas de manera lo suficientemente general para que los verdaderos temas de la película sean otros: el clásico dilema de Superman, sus problemas de identidad vinculados a su origen y su crianza humana, su rol como superhéroe en la sociedad, y las consecuencias éticas de trabajar en un diario que cubre sus hazañas a diario.
Volviendo a Kevin Smith, recuerdo otra entrevista reciente donde afirmaba que Batman y Superman funcionan, de alguna manera, como barómetros del estado de ánimo social. Claramente, vivimos un momento catastrófico en muchos sentidos, y el Superman de James Gunn encarna la humanidad y la esperanza. En tiempos de desolación plena y absoluta, no nos viene mal poder mirar hacia arriba y preguntarnos si un mejor mañana es posible.
James Gunn demuestra una vez más su habilidad para manejar grandes elencos de personajes e historias con corazón; lo hizo en las tres entregas de Guardianes de la Galaxia y con El Escuadrón Suicida, y ahora le tocó el turno a Superman. Esta vez, sin embargo, el escrutinio y la responsabilidad son mucho mayores. Ya no es solo un ex cineasta de Troma experimentado con superhéroes de Serie B; es el CEO de DC Studios, al frente de una franquicia tan gigantesca como difícil de encauzar (basta con ver el pasado reciente). Considerando las enormes presiones de una empresa de tal magnitud, el resultado es más que exitoso, una bienvenida bocanada de aire fresco para un universo DC que promete muchísimo.