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Nadie es perfecto

Better Man de Michael Gracey es un biopic sobre el cantante pop Robbie Williams. ¿Por qué, entonces, hay un mono en el póster del film? Porque así es como se ve a lo largo de toda la película el protagonista. Una comedia musical que lleva en su interior una historia sobre el perdón, los sueños y la suerte. 

 

El 8 de noviembre se estrenó en Netflix la serie documental Robbie Williams de Joe Pearlman. Fueron 4 capítulos que mostraban un recorrido por la vida, obra, excesos y oscuridades varias de la estrella británica que hizo un desplazamiento desde su paso por Take That, boy band furor de los 90, hasta su consagración como solista exitoso gracias a la canción “Angels” (eran los tiempos en los que una canción te podía llenar un estadio). Y sigue activo, abarrotando grandes arenas (sobre todo en Europa porque, es sabido, en USA no lo registran), hasta el presente. Con largas entrevistas al propio Williams y un extenso material de archivo inédito, se podía ver la forma en la que se organizó ese relato: comienzo de clase baja sin perspectivas de buen futuro + ingreso a la fama en una banda digitada por un cerebro maquiavélico + gloria posterior en solitario a pesar de que nadie apostaba por su suerte. Y todo esto bajo una premisa: él, Robbie Williams, siempre fue percibido como aquel de quien no se esperaba nada o, mejor verlo así, parecía destinado a derrapar en cualquier esquina y morir en la alcantarilla del olvido. Esta percepción, sumada a la imagen pública que supo construir que se apoyaba en Inglaterra en la denominación/demonización de “chico malo”, cuando eso existía y ahora es, por supuesto, arcaico, es importante tenerla en cuenta para acercarse a la biopic Better Man de Michael Gracey. 

La propia voz de Robbie Williams lo explica al comienzo de la película: siempre se vio disminuido, reducido en sus posibilidades, observado casi con lástima o sin que nadie le imprimiera esperanza o le augurara un futuro soñado (sea lo que sea eso). Por lo tanto, tomaron una decisión narrativa arriesgada para contar esta historia, la historia (parcial) de su vida: que él sea representado por un mono en toda la película. Que sea el único mono entre humanos produce un efecto que desconcierta en principio pero que se repone de forma muy veloz. E inmediatamente corre a la película de las biopics habituales y estrenadas hasta el cansancio, en las que está tan marcado lo que se conoce como el camino del héroe: el protagonista debe sortear una serie de dificultades, atravesar un cúmulo de peripecias, hasta poder conquistar sus deseos, que en este caso se traducen en la conquista de los charts (cuando eso existía) y en sobrevivir en el impiadoso mundo de la música pop mainstream (que, claro, sigue existiendo). En cierta manera, esta película funciona como contracara de la serie documental sobre Robbie Williams del 2023, pero también dialoga con Pharrell Williams: Pieza por pieza de Morgan Neville, hecha solo con muñecos LEGO, por ejemplo, donde se intenta contar las historias con otros recursos, otras herramientas y que eso genere nuevas posibilidades de disfrute e inmersión. 

Better Man es un musical que siempre tiende al drama. Sí, esta es la historia de un aspirante (todo hay que decirlo: sin condiciones en absoluto) a músico pop que luego llega a ser exitoso porque el destino es generoso con algunos humanos, pero, además, y acá está el mayor atractivo de la película, es una historia que habla del lugar que ocupa la familia (padre ausente/abuela y madre hiperpresentes) en la construcción de un camino personal (que se desvía muchas veces de su norte). Y es en ese terreno donde logra un nivel de emoción honesta que demuestra que la decisión delirante de poner a un mono (la batalla con sus demonios/fantasmas interiores es, francamente, épica) en lugar de cualquier actor, sea o no parecido al propio Williams, fue una decisión acertada y que escapa de lo esperado.