Internet es el enemigo
En la nueva entrega de una de las mayores sagas de estos tiempos, Misión: Imposible – Sentencia final de Christopher McQuarrie, Tom Cruise fuerza la máquina aventurera para salvar al mundo una vez más. En esta oportunidad, el enemigo mortal está en todos lados: La Entidad, que no es otra cosa más que esa enfermedad contemporánea llamada internet.
Tom Cruise parece montado a una cruzada personal: salvar las salas de cine de su lenta extinción. A punto de cumplir 30 años en el papel del agente secreto Ethan Hunt (la primera aparición de la remake fue en 1996), con cada nueva entrega de la saga Misión: Imposible Tom Cruise intenta llevar las cosas siempre un poco más allá que la vez anterior. Con cada película, entonces, el grado de imposibilidad al que se enfrenta su equipo (adentro y afuera de la película) es mayor, lo que significa un desafío sumamente atractivo que se ofrece a los espectadores para asegurar una lealtad notable que se traduce en butacas ocupadas en cada sala donde se proyecte. En ese simple detalle (ofrecer más y mejor en un contexto que tiende a la precarización) reside la relevancia que sostiene Misión: Imposible como franquicia taquillera y la vinculación que sostiene con su audiencia planetaria. No es solo el carisma imbatible y la entrega física del actor lo que asegura una relación duradera entre saga y permanencia cultura, sino el tamaño de la apuesta de cada misión imposible (que dialoga a su manera con los sucesos históricos/políticos contemporáneos) que hay que resolver para que el mundo no colapse en su totalidad. Es entretenimiento, sí, pero llevado a un nivel de excelencia. Por lo tanto, Tom Cruise es un animal del siglo XX que no se resigna a que las plataformas de streaming (los jefes del siglo XXI) se hayan apropiado del cine y quiere que sea la pantalla grande el único espacio posible e ideal para poder apreciar lo que logra con Misión Imposible. Tom Cruise, entonces, no es el dueño de la gallina de los huevos de oro, sino es quien más está trabajando para que las lógicas del cine de aventuras del pasado puedan tener un lugar en este presente histórico.
Sentencia final de Christopher McQuarrie (quizás el aliado/traductor perfecto que encontró Cruise –luego de Brian De Palma, John Woo, J.J. Abrams y Brad Bird– para llevar Misión: Imposible a nuevos niveles de autoexigencia impuesta) gira alrededor de la amenaza que representa La Entidad (el enemigo inmaterial que es una continuidad de la parte 1 de Sentencia mortal), un mal digitado por la Inteligencia Artificial y que va a destruir el mundo tal como lo conocemos debido a la dependencia y sumisión absoluta a internet como forma de digitar y dominarlo cada aspecto de nuestras vidas (hay un gag al respecto: “¡pasaste demasiado tiempo en internet!”, le dice Hunt a alguien que intenta matarlo). El equipo de Ethan Hunt tiene la misión de impedir que se adueñen de La Entidad. Para eso hará lo que ya sabemos: viajar por diversas geografías del globo y poner en riesgo su vida (y la de su crew) para concretar un plan muy difícil de llevarse a cabo. En este sentido, se buscó (y se logró) una aventura de máxima diversión en donde, por hablar de dos momentos impresionantes, las secuencias con avionetas y bajo del agua (con submarinos incluidos) disponen el escenario para la sorpresa verdadera, la adrenalina honesta y el encandilamiento indeleble. Lo que logra Cruise en esta película es demostrar que un tipo de cine de estas características, bien pensado, bien ejecutado (los efectos especiales de corte artesanal –Cruise, es sabido, no usa doble de riesgo– son parte de la magia) y sin subestimar en ningún momento al espectador, es posible.
Sentencia final en distintos momentos dispara señales claras de despedida, de adiós. ¿Tom Cruise cuelga el traje del personaje que le dio un ímpetu extraordinario a su carrera? Hecho a su medida, Misión imposible fue el vehículo que manejó Cruise para sostener y expandir su aura de estrella hollywoodense Old School: inalcanzable, un poco anacrónica, con el toque de misterio y la locura necesaria y en su dosis necesaria (cienciología a la vista). Si este fuera el caso, si Misión: Imposible termina con Sentencia final, aunque conviene no aceptarlo con mansedumbre, sería un final más que digno. Y el único trabajo real de un artista (Tom Cruise, además de un fabuloso empresario, es un artista) es envejecer con dignidad y saber cuándo retirarse.