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En el nombre del padre

Sidney Sweeney continúa su camino al estrellato con Inmaculada, una película de terror católico hecha a partir de un guión que la actriz se cruzó en su adolescencia. 

 

Sydney Sweeney’s so hot right now’, diría Mugatu de Zoolander a propósito de la joven estrella de Euphoria y The White Lotus, que hoy parece tener todas las de ganar. Luego de la comedia romántica Con todos menos contigo, Sidney Sweeney retoma el cine de género en una película diametralmente opuesta a la rom-com que coprotagonizó con Glen Powell: una película de horror católico que logra ser efectiva a partir de la performance hiper-comprometida de Sweeney, una atmósfera inquietante y varios buenos sustos. 

Sweeney audicionó para Inmaculada a sus 16 años, mucho antes de llegar a la fama por las dos temporadas de la serie de HBO que la hizo conocida, pero algo del guion la impactó lo suficiente para aprovechar su compañía productora Fifty-Fifty Films para rastrear la película y producirla hoy. Seguramente la película que hoy está en salas es muy diferente a aquel guion, pero Sweeney se sintió atraída y desafiada por el papel de la hermana Cecilia y, siendo fan de las películas de terror, tuvo que llevarla a las salas.

Dirigida por Michael Mohan, que ya colaboró con Sidney Sweeney en el thriller erótico The Voyeurs en 2021, Inmaculada es una nunsploitation, un subgénero del cine de explotación de los años 70 con exponentes como The Devils (Ken Russell, 1971) hasta ejemplos más recientes como Benedetta (Paul Verhoeven, 2023), en el que las monjas y los conventos son los tropos a explorar. Hay también algo del ambiente conspiranoico de El bebé de Rosemary, el molde maestro de películas con ‘mujer joven e inocente atrapada en una situación que no es lo que parece’ y ecos del cine giallo también, en especial películas de Dario Argento como Phenomena o Suspiria, donde también veíamos a jovencitas llegar a caserones habitados por mujeres en principio amigables pero que esconden secretos turbios.

La ambientación en Italia y que haya algunos diálogos en italiano colaboran en construir esta referencia, junto con un montaje al son de un tema musical arpegiado típico del cine giallo, perteneciente a la película La dama rossa uccide 7 volte. Pero Inmaculada es más que un mero pastiche de referencias y logra construir un universo propio, por momentos predecible pero no por eso menos efectivo.

La historia es simple: Sidney Sweeney es Cecilia, una joven monja norteamericana que llega a un convento italiano dedicado a cuidar a monjas ancianas en su lecho de muerte. Cecilia llega allí con la idea de encontrar su llamado definitivo en la vocación cristiana, pero en vez de eso, encuentra misteriosas monjas enmascaradas de rojo, una reliquia con significados ocultos, monjas postradas con marcas extrañas en los pies, un padre sospechosamente amable, y eventualmente ella misma termina siendo partícipe de un hecho aparentemente milagroso, un embarazo sin concepción. Así empieza su transformación de monja novata a una especie de nueva virgen María, adorada y cuidada por todo el convento.

De allí a la revelación final (un poco ridícula, pero no por eso menos divertida), Sweeney se embarca en un tour de force actoral que la convierte en una de las scream queens definitivas de nuestra generación. Y como señalé antes, el camino por momentos se hace predecible: es difícil encontrar algo de originalidad en una película de claro anclaje retro con referencias tan evidentes como las que tiene Inmaculada. Y no todos los sustos son del todo efectivos, por momentos el clima ominoso recurre a secuencias oníricas o sustos repentinos que nada tienen que ver con la trama. Pero el exploitation siempre dice presente, desde las varias tomas que encuentran oportunidades para mostrar a Sweeney y otras monjas en contextos de sensualidad, con ropajes traslúcidos mientras toman baños, o los sorprendentes momentos de shock y gore, que son varios y bienvenidos para los amantes del género.  

Michael Mohan también demuestra un buen manejo del espacio, aprovechando los intrincados pasillos del laberíntico convento y sus catacumbas para generar un clima claustrofóbico. Y allí en el centro de todo, Sidney Sweeney, 100% comprometida con una performance que va de la inocencia prístina y casta a la paranoia a la rabia envuelta en sangre en ese final totalmente desatado, demostrando por qué es una de las actrices más notables de su generación. 

Ignacio Balbuena

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