La realizadora austríaca Jessica Hausner (una de las voces más distintivas de este siglo) dirige Club Cero, una comedia negra –por ponerle un mote a una película que elude toda clasificación– que pasó por la edición 2023 del Festival de Cannes y se estrena, finalmente, en salas argentinas.
El mundo contemporáneo es un lugar muy extraño. Y el primer mundo –donde las necesidades básicas parecen estar sobradamente cubiertas– ni hablar. Nunca tuvimos más acceso a la información: a través de internet, cualquier dato es más o menos asequible en cuestión de segundos. Pero no hay rosas sin espinas: el camino está cada vez más infestado de fake news, imágenes con inteligencia artificial que engañan al ojo incauto, teorías conspirativas y peligrosas tendencias que alientan a desconfiar de la ciencia o, peor, presumen fundarse en ella para instalar los hábitos más insólitos y peligrosos.
Paradójicamente, a veces los más susceptibles a enredarse en este tipo de tendencias son, justamente, aquellos que parecen menos proclives a caer en ellas. El ansia por diferenciarse, por pertenecer a cualquier cosa, lo que sea, es lo que Club Cero aborda con ironía punzante, tanto como las estridentes notas de su música incidental.
La figura central de Club Cero es Miss Novak (Mia Wasikowska, actriz sensacional que aprovechó la visibilidad que le dio ser la Alicia de Tim Burton para construir una vibrante y ecléctica). Como consecuencia de su creciente fama en internet en el rubro de la nutrición, Novak recibe un puesto en un colegio de élite. Su selecto grupo de alumnos busca aprender el ejercicio de la “alimentación consciente”, una especie de curalotodo alimenticio con el cual, comiendo menos, los alumnos podrán aumentar su bienestar.
Obviamente, nada bueno saldrá de todo esto y Hausner lo narra como si Wes Anderson dirigiera un guion de Michael Haneke, o como una relectura satírica de La ola en clave alimenticia. Su cámara repta, señala y se toma distancia de sus personajes a medida que el grupo se va constituyendo en una unidad cerrada de la cual Novak se erige en gurú.
Club Cero retuerce el nudo y nos advierte, con malicia, que pretender ser la élite de la élite no nos acerca a otra cosa que al absurdo.
Andrés Brandariz