Quentin Dupieux nos vuelve a introducir en su mundo loco, loco, loco con Increíble pero cierto, una comedia salvaje sobre viajes en el tiempo.
Actualmente este es el mundo de Quentin Dupieux y nosotros sólo estamos viviendo en él. Mientras se estrena una película suya en Argentina, un hecho inesperado aunque su cine ha llenado funciones históricas en los festivales más importantes del país, uno de los directores más prolíficos y desatados –y por qué no destacados– del cine europeo es el encargado de abrir el Festival de Cannes.
Antes de ser legitimado por el principal evento francés, lo cual fue más bien una sorpresa pero que se puede explicar por la cantidad de estrellas que conforman el elenco de su última comedia, Dupieux intentó superarse año a año a la hora de llevar al extremo las premisas más insólitas que se le puedan ocurrir. Uno de esos tantos experimentos fue Increíble pero cierto, que llega a la cartelera argentina para ocupar un espacio que se creía perdido: el de la comedia en pantalla grande.
La obra de Dupieux, director pero también DJ, músico y uno de los mejores entrevistados del universo junto a Albert Serra, no es difícil de explicar: se trata de un cine hilarante, sin miedo alguno por el ridículo, con numerosos juegos formales que son útiles para lo que quiere contar y, sobre todo, con una extrema confianza en la ficción como medio para hablar de esta absurda actualidad en la que estamos inmersos. Increíble pero cierto no es la excepción, ya que gracias a una premisa imposible, con toques de ciencia ficción y de fantástico, se permite explorar el mundo de las crisis de edad, de la intromisión de la tecnología en nuestro cotidiano, la sexualidad masculina y la idiosincrasia de la clase media francesa.
¿De qué trata esta película? Alain y Marie van a comprar su casa propia. La intensa búsqueda los lleva a toparse con una vivienda que, a priori, parece normal. Grande, pero normal. El empleado de la inmobiliaria les muestra el lugar, pero les advierte sobre el sótano; allí se encuentra un pozo, un desagüe, con cualidades fuera de este mundo: todo aquel que baje por él se trasladará 12 horas en el futuro y a su vez, y aquí viene lo interesante, su cuerpo será tres días más joven. Mientras Marie comienza a obsesionarse con la idea de retrasar su envejecimiento, la pareja debe lidiar con vecinos, amigos y la presencia tentadora del túnel en su flamante propiedad.
En los últimos cuatro años, el itinerario de Quentin Dupieux fue salvaje: escribió una película alrededor de una campera asesina, otra sobre una mosca doméstica, hizo una parodia de los Power Rangers, se metió con el mundo del teatro y reconstruyó la historia de Salvador Dalí con una decena de actores interpretando al extravagante artista. ¡Y ningún largometraje suyo pasa la hora y veinte minutos de duración! Su cine tiene todo para ser una anomalía y, afortunadamente, lo es.
Pero, por sobre todas las cosas, las películas de Dupieux son extremadamente graciosas y se disfrutan aún más en comunidad, frente a una pantalla grande, compartiendo no solo un espacio físico sino el código que reina en las comedias del cineasta francés. Es que este género, presente desde los orígenes del cine mismo, fue relegado a las series de plataformas de streaming y sus máximas estrellas, salvo casos contados, terminan incurriendo en el tema del prestigio. Por eso, la aparición de Dupieux tiene un aura milagrosa y reivindicadora. En una entrevista que brindó a propósito de uno de sus últimos estrenos, declaró algo así como que el 99% de las películas contemporáneas son aburridas, menos las de él. No solo elegimos creer, sino que venimos a confirmar.
Alejandro Tévez
