Entrevistas

Café de los maestros

Casi diez años después de La tercera orilla, Celina Murga estrena El aroma del pasto recién cortado. Nuevamente con producción ejecutiva de Martin Scorsese, el drama engarza dos relatos en paralelo sobre matrimonios en crisis dentro del ámbito universitario, protagonizados por Joaquín Furriel y la actriz mexicana Marina de Tavira.

Por Andrés Brandariz

Después de varias películas dedicadas a la infancia o la adolescencia, en El aroma del pasto recién cortado encuentro un regreso al mundo de los adultos. ¿Qué te conminó a regresar al punto de vista de personajes que se te acercan más en edad?

Es una buena pregunta. Más que volver, yo siento que fue como descubrir. En Ana y los otros, mi primera película, la protagonista tenía veintipico, cercana a mi edad de entonces. En algún momento, con el equipo hicimos el chiste de que los personajes de El aroma del pasto recién cortado eran muy cercanos a Ana, pero muchos años después.

Durante muchos años me interesó el punto de vista de los niños y adolescentes para hablar del mundo adulto. En Una semana solos, La tercera orilla y el documental Escuela normal, los protagonistas son niños y adolescentes pero el mundo del cual se está hablando es el de los adultos, a través de sus ojos.

Entonces sí, fue un desafío poner en el centro de la escena a estos personajes de mediana edad, con una crisis muy concreta en relación con ese punto de sus vidas. No fue deliberado: soy muy intuitiva a la hora de elegir los materiales con los que voy a trabajar, porque una película lleva mucho tiempo de trabajo. Todos mis proyectos son autogenerados, por mí o por mis socios en ese momento. Me importa hablar de temas que me interpelan, que me atraviesan, que me parece importante poner sobre la mesa en ese momento. No pienso mi carrera a largo plazo, como un proceso, sino más bien a partir de lo que me está pasando hoy.

¿Qué te convocaba, puntualmente, de los temas que abordás en El aroma del pasto recién cortado?

El primer germen del guion partía de preguntas en relación con los roles de género. Empezamos a trabajar en ella en 2017, cuando estábamos atravesando la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito. La sociedad estaba muy polarizada alrededor de lo que implica ser hombre o mujer. Una polarización que en ese momento hacía falta, para poner en evidencia y visibilizar la gran asimetría de derechos entre hombres y mujeres.

Al mismo tiempo, yo sentía que los vínculos se tornaban conflictivos: ¿todas las mujeres somos buenas o malas por ser mujeres?, ¿todos los hombres son buenos o malos por ser hombres? Ahí surgió la idea de contar dos historias similares, una transitada por un hombre y otra por una mujer, procurando establecer personajes que tuvieran rasgos estereotípicos de su género y también singularidades. La idea es invitar al espectador a reflejarse en ellos y preguntarse qué haría en cada circunstancia, cómo ve a un hombre haciendo ciertas cosas y cómo ve a una mujer.

Además de los roles de género, hay otro elemento muy discutido que se vuelve importante en cierto punto de la película: la influencia de las redes sociales en la dinámica entre docente y alumno –en este caso puntual, en el marco de la Facultad de Agronomía-, pero también de cara al resto de la comunidad educativa. Tu perspectiva se expresa en la película, pero quería profundizar en la lectura que hacés del tema, desde tu lugar de docente.

La inclusión de las redes sociales en el relato nos permitía hablar de lo que pasa cuando una situación que es íntima se vuelve pública, y qué pasa con la mirada de la sociedad al respecto. Las redes sociales muchas veces son un espacio un poco hipócrita y bastante sanguinario, donde es muy fácil dilapidar a una persona sin conocer lo que le pasa.

Es una dimensión importante de la película. No es la única, pero me interesaba hablar de qué pasa a nivel institucional y cómo eso repercute en lo micro. ¿Qué pasa en el interior de la familia de las personas involucradas, en sus parejas? Entender la sociedad en la que vivo es algo que me interesa hacer a través de mis películas. Siempre estoy dialogando con algo del presente.

En cuanto a mi rol como docente, yo estoy muy preocupada por mis alumnos en la post pandemia. Los pibes que tuvieron 15, 16 años en ese momento están muy escindidos de la realidad. El otro día, en mi clase de cine terminé hablando de Elon Musk. Elegimos ser esclavos de una situación, de las redes y de la comunicación por celulares. Lo que puede ser una herramienta espectacular, también es de dominación. Hay algo de ese riesgo que los más analógicos todavía podemos ver, pero no sé si los más jóvenes lo tienen tan claro. Me preocupa… es tema para otra película.

Dos de tus colaboradores en El aroma del pasto recién cortado inscriben la película en el plano internacional: uno es Martin Scorsese (que ya estaba como productor ejecutivo desde La tercera orilla) y la otra es Marina de Tavira (actriz mexicana nominada al Oscar por Roma, de Alfonso Cuarón).

El vínculo con Scorsese viene desde aquella beca Rolex que gané allá por el 2009. El primer contacto que con él fue cuando estaba filmando La isla siniestra. Pude estar presente en gran parte del rodaje y observarlo trabajar. En ese momento yo estaba escribiendo el guion de La tercera orilla y me hizo varios comentarios. Le gustaba mucho el personaje del padre (Daniel Veronese).

Después de esa experiencia quedó un vínculo muy cercano. Cada tanto nos vemos cuando viajo a Estados Unidos. No he logrado que venga a la Argentina: no es tan fácil subirlo a un avión y -lógicamente por su edad- lo hace cada vez menos. Lo que uno ve primero es la leyenda, por supuesto, pero lo mejor fue encontrarme con la persona. Fue muy generoso de entrada: siempre le importó mucho buscar maneras de ayudarme a seguir desarrollándome en mi carrera, sin querer imponerme nada sino acompañándome como un verdadero maestro.

En ambos casos fue muy orgánico de su parte ofrecerme ser productor ejecutivo, tanto en La tercera orilla como en El aroma del pasto recién cortado y, a partir de ese rol, ayudarnos a encontrar los caminos para financiarla. También ha tenido opiniones creativas respecto al guion o algún corte de montaje, pero sus palabras siempre son más de aliento que una bajada con respecto a lo que hay que hacer. En estos casos su rol es más el de un productor, ayudando a armar el esquema de producción.

Con respecto a Marina de Tavira, desde el diseño de producción queríamos que la película pudiera tener proyección internacional. El nombre de Marina surgió enseguida. La conocí por su trabajo en Roma, que me había encantado. Queríamos una actriz hispanohablante para esta protagonista que era docente universitaria y nos permitía contar la historia de una mujer nacida en otro país viviendo en Buenos Aires.

Le enviamos el guion y le gustó un montón cómo se aborda el conflicto de la edad de los vínculos con los hijos, de la crianza, de la pareja… Hicimos un Zoom con ella, allá por el 2021. En ese momento, yo tenía la impresión de que la película tenía muchos tintes argentinos por esta cuestión de los géneros que ya mencioné, me preguntaba si podría conectar con ella. Marina entendió perfectamente al personaje de Natalia: lo que le pasa como madre, como esposa, como profesional.

Fue espectacular, le pasó lo mismo que a Joaquín (Furriel): una identificación muy rápida con la edad que tienen y con ese momento particular de la pareja en el cual la crianza de los hijos no te toma tanto tiempo y una puede empezar a preguntarse dónde está, dónde quiere estar y con quién. Qué era una pareja, que era una familia después de tanto tiempo juntos.

Toda la primera etapa fue de encuentros virtuales en los que íbamos charlando sobre las escenas, las diferentes versiones, las leíamos con los actores que iban a ser su esposo (Alfonso Tort) y su alumno (Emanuel Parga). Ella después viajó a Buenos Aires, dos veces. Ahí pudimos ensayar un montón. Ella nunca había venido, pero ama profundamente el teatro porteño. La llevamos a ver de todo. Ahora yo me voy a México, así que me va a sacar a pasear ella.

Quiero volver a aquello que hace a la película muy argentina, que es el retrato de la clase media. Hay mucha atención en la puesta en escena al aspecto que tiene una casa familiar: desde las franelas que usan, hasta la cocina un poco vieja y llena de manchitas de grasa.

¡Y la heladera, que es una lágrima! Qué bueno que lo notaste, se lo voy a decir a mi amiga Julieta Wagner, que fue la directora de arte. Cómo se cuentan los espacios de una casa me obsesiona. De hecho, lo hablo mucho con los alumnos. Es una de las cosas que más me suelen saltar cuando veo películas: ¿quiénes son estos personajes?, ¿dónde viven, de qué trabajan?

Me preocupé mucho desde el principio por contar casas habitadas, vividas, desde los pequeños detalles. ¿Cómo son los muebles, y cuánto de la vida de esa familia se cuenta a través de los que tienen? Surge de una observación que hago de mi vida y de las personas de mi entorno: yo tengo la mesa de mi ex suegra, la silla que compré cuando estudiaba, dos sillas de mi pareja que se vino a vivir. La mayor parte de las veces, una casa en este país y de clase media, como vos decís, es un rejunte que está muy lejos de Ikea y muy cerca de “¿quién me puede dar una silla que no usa?”.

También me pregunto por el orden: qué está ordenado, que no lo está. Cuánto de ese desorden habla de las personas que habitan el espacio, cuánto tiempo tiene esta madre o este padre para ocuparse de esta casa, si tiene o no ayuda, si contratan un servicio doméstico.

En esta película hicimos algo que estuvo muy bueno, que no se nota mucho porque tampoco queríamos ostentarlo: las casas de cada uno de los protagonistas y sus familias se filmaron en el mismo espacio, el mismo departamento. En cada caso, modificamos la disposición del espacio y le dimos una impronta lumínica diferente. Al igual que en cada historia, en el espacio hay diferencias pero también semejanzas.

Para cerrar, quisiera retomar la cuestión de la docencia y la pertenencia. Hablaste de Scorsese como un maestro y yo pensé en otro, que falleció recientemente: Manuel Antin. Como alumna de la Universidad del Cine (FUC), imagino que habrás aprendido un montón de él, particularmente al tratarse de alguien que procuraba formar generaciones de cineastas. Algo que se vuelve especialmente relevante de cara al futuro, en épocas como esta en la cual los pibes post pandemia parecen un poco perdidos, desconectados.

Está buena la relación que hacés entre Scorsese y Manuel, porque los dos tienen muy claro para qué estamos donde estamos. Manuel iba a la FUC hasta el último día: vivía para estar en los pasillos de la universidad, para atender a sus alumnos y alumnas. Cualquiera que quería hablar con él entraba a su oficina, hablaba con él y tenía unas charlas espectaculares. Era alguien que se nutría mucho de la juventud, y de los jóvenes.

Muy inteligentemente, Manuel generó una escuela donde todo aquel que quería filmar, filmaba. Todos podíamos usar equipos de la FUC, incluso sus ex alumnos. Siguió siendo parte de la producción de nuestras películas hasta mucho después de que hubiéramos egresado: me ayudó en Una semana solos, también en La tercera orilla.

Hay dos frases que para mí lo pintan de cuerpo entero y que atesoré toda mi vida. Una es «me gustan los alumnos que no golpean la puerta”; básicamente la forma en la que él construyó la Universidad del Cine, buscando generar un ámbito de absoluta confianza y de aliento. Quería que nosotros tuviéramos ese ímpetu porque sabía que en el país en el que estamos nadie te la va a hacer fácil. Nadie te está esperando. Era golpear la puerta y decir “Manuel, quiero filmar”.

La otra frase es: “el cine se hace en los bares”. En su caso se refería al bar de la FUC, y es una idea que para mí es clave: implica entender que el cine es un lugar de encuentro entre personas, que se hace con otros y tiene una fuerte base en vínculos de amistad creativa en una manera. Él valoraba mucho el espacio del bar de la FUC. De hecho, a mí me llama la atención que haya escuelas de cine que no tienen bares. Yo digo: “pero, ¿cómo? ¿Estos chicos entran al aula y después se van?”.

Lo digo más allá del cine: en cualquier espacio universitario, mucho de lo que pasa sucede en las casas, en los cafés, lugares donde uno está al pedo y surgen las ideas. Surge del encuentro, casi te diría ocioso, entre la gente.

Recuerdo un taller de escritura que realicé con Ana Katz, en el cual instaba a dejar los celulares durante el proceso de escritura para aislarse y aburrirse: “Se tienen que aburrir, sólo en el aburrimiento se puede crear”.

Es así. Si no hay aburrimiento no hay ocio creativo, ni creatividad, porque hay algo que te está llenando todo el tiempo de información. Aquella frase habla de alguien que entiende mucho el concepto de comunidad, de comunidad creativa. No es casualidad que la FUC haya sacado la cantidad de generaciones de directores y técnicos que sacó. Ni hablar del rol de Manuel en relación con el INCAA. Es una pérdida durísima. También, fallece a los 98: lo dio todo y más. Ahora nos toca a nosotros.

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