Quince años después de su estreno, vuelve Coraline, la gran película de Henry Selick basada en la novela corta de Neil Gaiman. Una oportunidad para reencontrarse con el que ya puede considerarse un clásico de la animación stop-motion.
Esta semana llega a los cines argentinos un nuevo reestreno. Y hay que festejar los reestrenos, ya que cada revisionado en pantalla trae consigo una novedad, algo no visto anteriormente o un punto al que uno no le había dirigido la mirada hasta el momento. En este último tiempo, y como sucedía en otras épocas, los reestrenos han comenzado a ser habituales, ya sea por un aniversario significativo o por una remasterización pertinente. Tal es el caso de Mamma Roma de Pier Paolo Pasolini, de El padrino en su 50° aniversario y de las argentinas Nueve reinas de Fabián Bielinski a comienzos de este año y Relatos salvajes el próximo 22 de agosto. En este caso, Coraline (2009), la adaptación de la novela de Neil Gaiman, cumple sus primeros 15 años, y la celebración trae con ella su regreso a la pantalla grande.
A todas luces un nuevo clásico del cine de animación, la película lleva la firma de Henry Selick, director de otros largometrajes memorables como El extraño mundo de Jack (1993) y Jim y el durazno gigante (1996). Sabemos que el cine de animación no es solo para niños y, el cine de Selick lo ilustra a la perfección. Con un ensombrecimiento estético de las imágenes, las tramas se complejizan al punto de rozar el límite de lo siniestro, y nos llevan a lo más profundo de nuestra subjetividad, de nuestros temores y deseos.
Coraline cuenta la historia de una niña que se muda a un nuevo hogar y descubre una puerta secreta que la lleva a toparse con una realidad paralela a la suya. Allí conoce el Otro Mundo, un escenario casi onírico, cuando la vida diurna se despide y nos entregamos a las oscuridades del inconsciente. Al sumar un nuevo personaje que en un principio resulta una molestia para Coraline pero luego se vuelve amigable, el director agrega un sello propio que lo distingue de la mera reproducción de la novela de Gaiman.
Realizada en animación en stop-motion y estrenada en 3D, Coraline fue un éxito de taquilla en 2009, con una recaudación de 125 millones de dólares. En aquel momento, este largometraje producido por los estudios Laika fue nominado al Oscar en la categoría de Mejor Película de Animación, aunque perdió con el tanque de Pixar y su película Up.
A quienes esta obra nos encontró con una visión ceñida por la infancia o la juventud, hoy nos aguarda para que podamos mirarla con otros ojos y sorprendernos, todavía, ante ese Otro Mundo. Quizás la nostalgia se haga eco y continúe revitalizando los cines, esta vez con una obra que vuelve a resurgir.
Agustina Cabrera