Estrenos

En la clave de los corazones

Pablo Berger aborda en Mi amigo robot la animación en 2D con impronta minimalista y los sentimientos a flor de piel: un perro y un robot, las calles soleadas de la Manhattan de los 80 y el himno disco «September» como banda sonora excluyente.

 

El español Pablo Berger es un realizador inquieto. Su carrera, aunque breve, es extremadamente ecléctica: hay comedias (Torremolinos 73, Abracadabra), una bellísima celebración del cine silente en su versión de Blancanieves (2012) y ahora, con Mi amigo robot (Robot Dreams), la reivindicación de otro lenguaje en desuso: la animación tradicional en 2D.

Berger adapta el cómic homónimo de la historietista Sara Varon (publicado en 2007) y le otorga, como un pase de magia, sonido y movimiento a sus viñetas: mantiene la línea clara, el naturalismo de su paleta de colores y el diseño sintético de los personajes, prescindiendo del diálogo. Todo en Mi amigo robot planta bandera -sin aspavientos, pero con decisión- por un minimalismo extremo. El protagonista, un perro llamado Dog, padece la soledad de las grandes metrópolis en la Manhattan de la década del 80. Un aviso televisivo convence a Dog de pedir un compañero mecánico, un robot al cual conoceremos como -ya lo habrán adivinado- Robot. Entre ambos florece un vínculo tierno y profundo lleno de posibilidades que se multiplican a medida que recorren las calles soleadas al ritmo de «September», el himno disco de Earth, Wind & Fire: “Nuestros corazones sonaban/en la clave que nuestros corazones cantaban”.

Un incidente fortuito separa a Dog de Robot, y ambos emprenderán caminos separados. En este punto, la película muta y adquiere un carácter más introspectivo, melancólico: la enorme ciudad, que une y separa, clausura posibilidades al mismo tiempo que abre otras. Incluso “September”, superficialmente tan festiva, adquiere otro matiz: aquel mes, en el hemisferio norte, es uno de cosecha, de renovación, el verano que da paso al otoño. Mi amigo robot se convierte, con la misma constancia que el trazo de Sara Varon, en una película sobre la nostalgia que convive con las decisiones del presente. No en vano Berger recurre a la memorabilia de los 80 (un espacio muchas veces fosilizado en la evocación vacía) para insuflarle vitalidad, y a la animación 2D para revalidar su fuerza expresiva, privándose de la palabra y utilizando un himno disco para desplegarlo en un caleidoscopio pletórico de imágenes.

 

 

Alejandro Tevez

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