Entrevistas

No sé si es Hollywood o Longchamps

Néstor Frenkel estrena Después de Un buen día, documental en el cual se aproxima al fenómeno de una película que del fracaso de crítica y de público devino objeto de culto. Por un lado, es la historia de Enrique Torres, buscavidas y guionista de telenovelas que con Un buen día firmó su primer –y único– largometraje; por el otro, la de una devota base de admiradores que estableció con él un vínculo de respeto y apreciación mutua.

Por Juan Pablo Martínez, Alejandro Tevez y Andrés Brandariz

 

Néstor Frenkel: Los audios no los usan, ¿no?

AB: No, desgrabamos y listo.

NF: No tengo que poner voz del locutor.

JPM: ¿Cómo llegaste a Un buen día y a todo el culto alrededor de la película? ¿Recordabas el momento de su estreno?

NF: Sabía muy poco, la verdad que lo tenía completamente olvidado. No fue algo que hiciera mella en mí. Recuerdo el estreno, que en su momento se viralizó y algo pasó alrededor de ella, pero no le presté mucha atención. Yo llegué a Un buen día por el Grupo de Apreciación, puntualmente por Magrio (González), que terminó siendo co-protagonista de la película, y sus amigos. Ellos venían a los estrenos de algunas de mis películas y siempre eran cariñosos conmigo, me hablaban y me escribían. Quedamos en contacto por las redes y de a poco me fui enterando de las cosas que hacían, entre ellas una increíble cuando cinco de ellos se fueron a Concordia un viernes a caer de sorpresa al programa de radio de Jorge Mario (protagonista de mi película Amateur). Esa clase de gente.

Entre estas cosas vi que estaban juntándose a ver esta película una y otra vez. Alguna vez pensé: “Voy a ir a verla”. Obviamente, nunca fui. Era otra gente, de otra edad… Pero me parecía simpático. Lo siguiente fue que, en uno de los talleres documentales que doy cada tanto, Magrio se me acercó con un proyecto personal, y yo le pregunté: “¿Por qué no haces un documental con esta historia de Un buen día?” Me dijo que no, que le daba no sé qué. Entendí que no quisiera hacer un primer documental sobre un objeto tan cercano, y me pareció atinado. Ahí la vi, como quien dice. Había gente interesante, una historia, un material. Sucedía algo que me resultaba interesante y dije: “Acá me parece que hay una película”. Ese fue el comienzo.

JPM: Ellos te pusieron en contacto con Enrique “Quique” Torres, que es prácticamente el protagonista del documental.

NF: Sí, y me parece que su sola presencia justifica la película por su manera de expresarse, su historia. Es él contando su verdad y cómo el proyecto surgió por un deseo de él, en el cual invirtió dinero y energía. Más allá de que no sea el director (que fue Nicolás del Boca, padre de Andrea y Anabella, esposa de Quique), claramente es el autor de la película. Es un proyecto familiar, como los míos.

AT: Los Del Boca también son parte de la historia cultural de la Argentina de estas últimas décadas: las revistas, la televisión, el teatro, el disco de Andrea del Boca.

NF: Del teatro no sabía, de las revistas tampoco. Lo fui descubriendo en el proceso de investigación. El clan del Boca es la historia de la televisión argentina, Andrea del Boca y Enrique Torres son los noventa. Al mismo tiempo Magrio, un chico del conurbano, iba a Magic Kids a presentar sus animaciones. Había dos universos muy diferentes que se unían, mucho para contar ahí.

AT: Qué revelación el fragmento de Gustavo Bermúdez diciendo “el tiempo es todo el tiempo”, una década antes de Un buen día. ¿Cómo fue el trabajo de investigación?

NF: Arduo, pero tampoco tantísimo. Podría haber pasado la vida entera reuniendo fragmentos de aquellas novelas. Algunas cosas se las pedí a Julián Tagle, que conoce ese mundo de cerca gracias a su propia familia, formada por muchos actores del mundo de la telenovela. Ese fragmento en particular me lo pasó alguien del Grupo, que obviamente ya tenía el dato.

Otros fragmentos eran más plásticos y simplemente se parecían a algunas escenas de Un buen día y me permitían contar el fenómeno Andrea del Boca. Todos los noviazgos, inventados y reales eran increíbles: desde Federico Luppi hasta Maradona, Silvestre, el chico rubiecito de la publicidad de las zapatillas Flecha…

AT: ¿En algún momento encontraste dificultades en la realización de la película?

NF: La visa. Un año esperando la visa. Eso más que nada. La pandemia, también. En la secuencia de Perla Negra 2, que filmé acá, todavía se ven algunos barbijos. En el primer viaje filmé a Quique y a Anabella, y con ese impulso filmé todas las entrevistas del Grupo de Apreciación acá en Buenos Aires. Casi no avancé hasta el segundo viaje, más de un año después. Con la mayoría de los documentales avanzo rápido, pero este me llevó 3, 4 años. Al principio, yo estaba terminando la posproducción de El coso, así que se solaparon un poco. Eso cansa. Pero no hubo mayores sobresaltos. Todo se fue dando a su ritmo. Fueron todos buenos días.

JPM: Y con Aníbal (Silveyra, que interpreta a Manuel en Un buen día)… ¿Cómo fue su participación?

NF: Tal y como la vieron.

JPM: Arranca reticente.

AT: En un punto en el Grupo se lo consideraba un poco como un villano…

NF: No me quise meter en ese aspecto porque no sumaba a la película. Sé que en un punto Aníbal no estaba en los mejores términos con el Grupo. Pero él expuso sus sensaciones en cámara y no hubo que explicar nada. Yo lo conocí ese día, en un viaje que hizo acá a Buenos Aires: cruzamos dos mensajes por WhatsApp, fue súper abierto, me recibió enseguida y prendí la cámara. Me pudo decir: “Yo tenía miedo”, se enojó y se amigó frente a cámara. Él hace toda una catarsis: no sé si había hablado realmente de eso con alguien alguna vez. Para él fue sanador; para mí, poder capturar ese momento fue una locura. Cuando fui para su casa en Los Ángeles, ya fue para conocer su entorno y filmar algunas cosas que tenía, como su carpeta de recortes. Le mandé un link el día del estreno y al otro día me mandó un audio de cinco minutos, contentísimo y emocionado.

AB: Se nota el amasijo de contradicciones que tiene Aníbal. Por un lado, el fracaso de Un buen día estropeó bastante su carrera cuando venía de una sólida trayectoria en el teatro; eventualmente, su reconocimiento como parte fundamental del fenómeno trascendió cualquier pronóstico. Hay algo de revancha.

NF: No debe ser fácil atravesar lo que atravesó esta gente. Por eso entendí perfectamente que Lucila Polak (que interpretó a Fabiana) no haya querido aparecer. Y por eso mismo me resulta especialmente llamativo cómo atraviesa ciertas experiencias Enrique Torres. Él está más allá de todo, es una fuerza superior. No es casual todo lo que le pasó, todo lo que generó, todo lo que hace.

Me hizo acordar a lo que me pasó con la gente que vivía en Federación (la localidad entrerriana que aborda Construcción de una ciudad) que también hizo su catarsis. Cuando vieron la película se enojaron, se preguntaron cosas y finalmente se la terminaron tomando a bien, pero fue un proceso. Es lo que pasa cuando uno trabaja con material vivo.

JPM: En Después de Un buen día pareciera que ese proceso se llevara a cabo a lo largo de la película, coronado por la escena de la telenovela Perla Negra 2.0 con Andrea, Aníbal y Quique bailando junto a Nicolás del Boca animado por Magrio. Los dos mundos confluyen.

NF: ¡Demasiado! Baila Aníbal, baila Enrique y la familia cambia de roles: la hija de Andrea hace el papel de Andrea, Andrea hace de su madre y Magrio le da vida al patriarca de la familia. Es una locura, demasiados finales. Sofía (Mora) siempre me gasta con que mis películas tienen 6 u 8 finales, no terminan de terminar nunca.

AB: Cuando Después de Un buen día se estrenó en el BAFICI, me llamó mucho la atención que contaste que recién con la película en proceso avanzado de montaje viste, finalmente, Un buen día.

NF: La película se trata de todo el suceso generado en torno a Un buen día y sobre las personas que la hicieron. Al objeto en sí lo dejé para lo último y estiré el momento lo más posible. Ya había oído hablar tanto y visto tanto recorte, imitación, animación, meme, que un poco sabía qué esperar. Igual me sorprendió cómo se sostiene. Mi primera idea, medio absurda, era que nunca se viera Un buen día, que sólo se hablara de ella.

AT: ¿La terminaste viendo por necesidad o porque dijiste: “Ya está, tengo que verla”?

NF: Las dos cosas. No podía no verla, y no podía no incorporarla: era el objeto de estudio, la base, por más que lo agarrara último. Uno arranca con estas ideas muy drásticas que supone que son muy geniales y son, en realidad, muy pelotudas. Los momentos icónicos tenían que estar, no todos tal cual. También usé el making of.

AT: ¿Cómo obtuviste acceso a ese material?

NF: A partir de que se confirmó la participación de Quique (sin el cual no había película), se abrieron todas esas puertas. El material lo tenía otro argentino que vive en Los Ángeles: Pablo Leda, hijo de los dueños de Leda Films. Él ofició un poco de productor en Un buen día coordinando al equipo, y es montajista, con lo cual tenía toda la cuestión técnica muy bien archivada. Tenía el making of, la copia HD con el sonido 5.1 y una cantidad de fotos espectaculares. Entre ellas había una del famoso “Transa de naranja” sentado esperando para ir a toma. Eso fue toda una revelación y confirmó algo que por mucho tiempo había sido un gran mito para el Grupo de Apreciación: que la elección de ese extra tan llamativo (que no aparece más de 30 segundos pero deja un recuerdo imborrable) fue, en efecto, deliberada. 

JPM: Es notable eso. Se para justo en el centro del cuadro, con esa remera naranja tan llamativa que te desconcentra de la conversación entre los protagonistas. 

NF: O te concentra…

JPM: Sí, sí, te concentrás en el Transa y no en la conversación. Después están todos los elementos de cultura pop que no tienen sentido, como que ella no sepa qué es “Hola, Don Pepito; hola, Don José”, que le gustaran las Paquitas cuando era chica cuando por edad…

NF: El tiempo es todo el tiempo.

JPM: Incluso incluís el momento de ella gritando “¡loser!”, que desapareció en el lanzamiento en DVD. Pude verla cuando se estrenó en el Gaumont y cuando la volví a ver en DVD dije: “Dónde está el ‘loser’?”.

NF: Son montones de pequeñas decisiones que tiene la película que la vuelven un objeto único, ¿no?

JPM: La vi ayer de nuevo y tiene un uso de elipsis que no vi en ninguna otra película en la historia del cine.

NF: Tiene un par de elipsis… jugadas.

AB: Y cuando la viste, haciendo un ejercicio tan imposible como abstraerse del fenómeno sobre el cual estabas haciendo una película… ¿Le encontraste el atractivo? ¿Entendiste por qué eso puede generar tanta pasión?

NF: Sí, por supuesto. A mí no me la despierta: no soy fan de Un buen día, tampoco me parece un horror. Es una película rara, especial, distinta, con muchos corrimientos en términos de tono. A la vez es muy jugada, generosa y con mucha confianza en sí misma. Por un lado, estos elementos le dan mucha fuerza y, por el otro, la convierten en una anomalía. Termina siendo una cosa hipnótica, no te pasa desapercibida. Y genera emociones. Eso es interesante en cualquier obra de arte más allá de las intenciones del que la hizo, ¿no? Para mí las películas malas son las que no te generan emociones, las que no te dan ganas de volver a verlas ni de hablar de ellas; las que no te dan ganas de hacer un documental sobre ellas, las que no te dan ganas de juntarte a tomar un café y grabarte hablando de ellas. De esas hay miles, miles y miles, se estrenan todos los días. Cambiás de canal y vas a ver cinco películas malísimas, de esas que ves y te olvidas al instante. Como Un buen día no hay tantas.

JPM: Hay algo que pasa mucho en el Grupo de Apreciación, y es que se suma alguien nuevo que dice: “La película es malísima, me encanta” y todos responden: “No, señor, la película no es mala. No nos parece mala”.

NF: Eso se planteó bastante en las entrevistas que hicimos en el microcine de la DAC con los chicos del Grupo de Apreciación: ellos tenían mucho miedo de ser catalogados como consumidores irónicos. A mí no me interesaba teorizar sobre el tema, pero creo que la manera en que hablan de la película no hace necesaria esa explicación. Hace poco, alguien en una web de España que se llamaba “cine malísimo”, “cine de mierda”, algo así, criticó la película y salieron todos a responderle, Quique incluido.

Hay una mirada superficial y medio snob, un “vamos a reírnos de esto”. También están las críticas duras que la película recibió en su momento, que aparecen al principio del documental. Desde un análisis crítico del arte cinematográfico, se le pueden señalar muchas cosas.

JPM: Por eso la aparición, en el documental, de Nazareno Brega, quien hizo una de las pocas reseñas favorables que salieron al momento del estreno y es mucho más cercana a la lectura que se hace ahora.

NF: Cuando hice la investigación, vi todo lo que quedaba en internet publicado y cuando encontré esa crítica dije: “Ah, bueno”. Él estuvo muy, muy alineado, todos la mataron y él vio algo que podía nacer ahí. Recuerdo que después se quiso repetir el mismo tipo de suceso con otras películas, gente tuiteando en vivo la veían, pero no tenían la misma fuerza.

AB: Ni la visceralidad. En el Grupo siempre aparece algún vídeo de alguien que ve el famoso plot twist por primera vez y grita: “¡Nooooo!”.

NF: Bueno, ahí tenés la diferencia, es algo hecho con amor. Quique es un artista de verdad: te puede gustar más o menos, pero un tipo que tuvo un país entero pendiente de la trama de una telenovela escribiendo 40 páginas por día durante 10 años, y después 10 más allá en México… En un momento, el tipo estaba tan arriba que le hicieron un contrato para que no escribiera, porque Televisa había comprado los derechos de todas sus novelas anteriores y ya tenían toda la programación cubierta con los libretos de Quique. Es en ese contexto que él empieza a escribir Un buen día, viviendo en Los Ángeles después de 20 años de éxito sostenido, en la cima del mundo.

JPM: Él dice que nunca escribió cine, pero está Peperina, de Raúl de la Torre…

NF: Sí, pero él no quedó contento con cómo se llevó a cabo esa producción, y lo hizo como un favor a de la Torre, que en ese momento estaba en pareja con Andrea del Boca. Fue como una colaboración, no lo sentía como un proyecto propio.

AB: También debió ser terrible el golpe para Quique en términos de autoconfianza. Un trabajador de la TV que podía escribir miles de capítulos de una novela animándose al mundo del cine, a veces tan hostil y pendiente del prestigio más que del oficio. Un buen día está impregnada de la sensibilidad de la telenovela, y me imagino que la mala recepción le habrá supuesto un impacto tremendo a alguien con tanta experiencia en la escritura.

NF: Andrea del Boca lo dice en un momento del documental: “La televisión pasa, el cine queda”. Ellos estaban muy acostumbrados a hacer y, gustara más o menos, todo pasaba: mañana hay otro capítulo. En cambio, al cine se lo mira distinto. Esto era una película, no “solamente” una novela. Ambos medios narran de manera audiovisual, pero el resultado en un caso y el otro fue claramente muy distinto.

En ellos hay un gran respeto por el cine como concepto. Quisieron hacerlo y se lo tomaron con la misma responsabilidad que tenían hacia la televisión. No creo que Aníbal Silveyra hubiera querido meterse en el cine si no era un protagónico en el cual confiaba. Especialmente, haciéndolo en Hollywood: eso tenía mucho, mucho peso. Todos te lo cuentan así. Lo que pasa es que Hollywood puede ser un sistema de producción o puede ser un espacio físico.

Y sí, Un buen día está impregnada de un lenguaje que Quique, su suegro y su cuñada traían ya naturalmente. También de un sistema de producción. Entonces, hay una mezcla de esa impronta con la de un operaprimista de 82 años: el oficio por un lado, un principiante por el otro. Y todo eso con un equipo formado por estudiantes de cine norteamericanos, que no tenían el castellano como primera lengua. Todo el tiempo tenían que estar traduciéndose y eso produce una desconexión, muchas decisiones que se toman en soledad por la barrera idiomática pero también por la estructura de producción de la TV, que es tan fragmentada, departamentizada. Llega el guion, llega la actriz, el director agarra el guion y dirige lo que está escrito.

No hay alguien que se apropie y diga “pará, si en el guión es importante que la protagonista sea pelirroja y la actriz es rubia, como director no puedo filmarlo tal cual porque no funciona. Creo que eso también suma a estos corrimientos que ya mencionamos.

AB: Así y todo, Un buen día sigue resultando esencialmente argentina: se menciona la crisis, la gente yendo hacia el extranjero, la temática del exilio…

NF: Los personajes que son argentinos y a la vez ya no lo son, el equipo y Long Beach, un lugar que no tiene nada que ver con la Argentina… Probablemente sea lo que ese crítico español no pudo reconocer dentro de la película, que para nosotros resulta hipnótico.

JPM: Es un poco la combinación de toda una cultura popular de décadas: el clan del Boca, la comedia musical, Al Pacino (a quien mencionan un montón de veces a lo largo de la película), el teatro under…

AB: La propia historia de Quique, que se expresa con un espíritu muy motivacional a la que vez tuvo la trayectoria más de argentino buscavida posible. Eso creo que también nos hace empatizar mucho con él: todos tenemos mucho miedo de que algo no salga como esperamos y despertar la burla ajena. A él le pasó, siguió adelante y fue revalorizado. Es lo más dichoso que te puede pasar.

NF: Tenemos finales felices, sí. Y obviamente, su historia es recontra porteña. Guarda mucho afecto hacia Villa Pueyrredón, el barrio donde Quique nació. No sé si habla mucho inglés, pero casi nunca lo habla, no le sienta natural. En Los Ángeles fuimos a un restaurante y él le pedía a Anabella, su esposa, que pidiera su comida. A la gente le sorprende que Messi no tenga acento, pero le pasa a mucha gente. Sentís que sos otra persona si estás hablando un idioma que no es el tuyo.

JPM: Cuando finalmente se concreta el encuentro entre Quique y Magrio, es un momento hermoso. Y cuando lo llevan a su primera proyección de la película con el Grupo de Apreciación, la cara de Quique es increíble.

NF: Casi que mi película está hecha para llegar a ese momento.

AT: La película es sobre Un buen día, sobre el grupo, pero más que nada es sobre la relación de Magrio y Enrique.

NF: Sí, por eso ese final -uno de los tantos- en el que ellos caminan como si fueran Manuel y Fabiana en Un buen día, planeando nuevas aventuras. Mi película es eso: el encuentro de dos mundos que no tenían por qué encontrarse y, sin embargo, se encuentran.

AB: Como en Amateur o en Los visionadores, tu interés pareciera ser más la gente que se obsesiona con las películas, que las películas en sí.

NF: Sí, obviamente. Los visionadores es un grupo de apreciación, pero tiene otra lógica porque es un mundo de películas, un corpus más heterogéneo. Pero a fin de cuentas son gente obsesionada por las películas, con ganas de juntarse a ser boludos con alegría.

JPM: Los dos grupos funcionan como lugar de pertenencia.

NF: Y para poner tus fantasías ahí, agregarle al hecho de mirar películas lo que vos quieras, tomarlo de forma festiva y lúdica. Disfrutar de las cosas por sus particularidades más que por su excelencia. Que un poco es lo que me pasa a mí, la manera en la que yo me acerco a los temas o a los personajes.

AB: Un punto que tienen en común Después de Un buen día y Amateur es justamente esta figura del director o el equipo que se manda a hacer una película por pura pasión.

NF: Sin pedir permiso. El otro día también me dijeron que les hacía acordar a Buscando a Reynols y, si querés, por el lado de Reynols terminás en Federico Peralta Ramos. Es hacerlo porque te nace, sin que nadie te tenga que habilitar para hacerlo, y hacerlo. Porque tenés pasión suficiente y ganas suficientes. Para mí eso es siempre conmovedor. Yo también soy amateur, soy autodidacta, hago un cine familiar, es lo mismo. Quique, Magrio, yo… Y Rodolfo Ranni, siempre.

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