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Puede que hasta sea un héroe

El actor de ¿Quién quiere ser millonario? debuta como director en Monkey Man, con producción de Jordan Peele. Brutales peleas cuerpo a cuerpo, una venganza  sangrienta, gurúes con ansias de dominación y una antigua leyenda hindú se mezclan en una película intensa, llena de potente imaginería con un debutante decidido a tomar riesgos sin dejar
de entretener.

“¿Viste John Wick?” le pregunta un dealer de armas a Kid (Dev Patel), que está buscando equipamiento para llevar a cabo su venganza contra el perverso Rana Singh (Sikandar Kher), un militar de alto rango que arruinó su vida. “Esta es como la de la película, pero hecha en China”. El diálogo, juguetón y autoconsciente, se anticipa a las comparaciones y las esquiva para plantar una
declaración de intenciones: Monkey Man es otra película ultraviolenta sobre la venganza de un antihéroe incansable pero falible; incluso parece compartir con el personaje de Keanu Reeves su amor por los perros (en un dulce vínculo que  establece con un cachorrito callejero). Lejos está, sin embargo, del submundo lujoso y estilizado de aquella saga: aquí el escenario son las sucias y
miserables calles de los suburbios de Yatana, una ciudad ficticia de la India donde Kid malvive a la vez que se gana el pan en un circuito de durísimas peleas clandestinas.

Dentro del cuadrilátero nadie conoce su rostro, que oculta tras una perturbadora máscara de mono. El disfraz es una herencia de su madre y de una leyenda hindú que le contaba de niño: la de Hanuman, un ser divino que fue castigado por querer alcanzar el sol. Una trágica concatenación de hechos –que la película va develando poco a poco- han arrojado a Kid a esa existencia
miserable, en la cual lo único que lo mantiene en pie es el deseo de venganza contra el hombre que le quitó todo. Casi como una penitencia, el joven sangra bajo la máscara con cada impacto de los golpes, esperando su oportunidad.

La gran revelación para Kid será, acaso, la que lo ubique en la senda de un auténtico héroe: su némesis no es ni el principal ni el más peligroso de los
villanos de Yatana, sino que sirve a los intereses de un líder político que  asciende en las encuestas con el apoyo de un gurú con ansias de dominación que busca destruir una comunidad hijra, que protegerá y defenderá al protagonista mientras se entrena para la batalla.

Les hijras se reconocen dentro de un tercer género, así como algunas deidades hindúes comparten armoniosamente atributos masculinos y femeninos. Patel toma esta cosmovisión y la aplica a la construcción de su personaje: la única manera de que Kid, ese niño tan herido, pueda dominar su odio para servir a un bien mayor es conciliando la potencia física de la bestia con la sensibilidad
del hombre para una revancha que ya no es personal sino colectiva. Sólo así será invencible y, al igual que Hanuman, inmortal.

 

Andrés Brandariz

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