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Extraños en la pista

En Desafiantes, Luca Guadagnino se mete en el misterioso circuito del tenis profesional para construir un triángulo amoroso donde los enfrentamientos dentro y fuera de la cancha son tan atractivos como vehementes.

 

Cinéfilos del mundo, ustedes ya saben que a Luca Guadagnino le gustan las historias de amor intrincadas pero elegantes. Y también son conscientes de que, en sus últimos largometrajes, el director italiano está buscándole la vuelta para no retratar siempre el mismo tipo de relación: en Hasta los huesos (2022) incursionó en las películas de caníbales y ahora con Desafiantes, en el enigmático mundo del tenis profesional.

En su nueva película dentro del sistema de estudios de Hollywood, el director de Llámame por tu nombre (2017) y la remake de Suspiria (2018) confirmó que la cancha de tenis, quizás uno de los deportes donde el jugador más depende de sí mismo y de su fortaleza mental, es un lugar ideal para reposar y desarrollar un triángulo amoroso. Desafiantes es, a fin de cuentas, la historia de un enfrentamiento. Lo primero que vemos en la película es el comienzo de la final del Challenger New Rochelle donde se enfrentan Art Donaldson (Mike Faist), un tenista que debe recuperar la confianza que lo llevó a ganar varios Grand Slam, y Patrick Zweig (Josh O’Connor), un deportista buscavida que siempre estuvo para más pero que su irregularidad y su comportamiento fuera de las canchas lo llevaron a no tener siquiera dinero para alojarse en un hotel de mala muerte durante los torneos. A fuerza de flashbacks, sabremos que ambos entrenaron y soñaron juntos desde chicos en un instituto. En el medio de esta relación está Tashi (Zendaya), una ex promesa del tenis a la que las lesiones le truncaron la carrera. Ahora es la esposa, manager y entrenadora de Art pero, en su adolescencia, mantuvo una relación tóxica con Patrick que sigue resonando en el presente. El enfrentamiento dentro del terreno de juego no es simplemente por un reconocimiento, sino por un resquemor -en forma de triángulo amoroso- que nunca fue solucionado.

A mitad de camino entre película deportiva y melodrama, el acierto de Guadagnino es lograr el equilibrio perfecto entre ambas historias y lograr que el espectador entienda que lo que sucede dentro de la cancha es resultado de lo extradeportivo y viceversa. El recorrido singular de la vida amorosa de Tashi, Art y Patrick, a lo largo de varios años y con una culminación durante la final de un torneo menor del circuito de tenis, logra trascender. ¿Gracias a qué? A un montaje prodigioso de Marco Costa, la música electrónica de Trent Reznor y Atticus Ross y la magnética participación del trío de jóvenes actores; Desafiantes no sería tan atractiva sin Zendaya (una de las ItGirl de la actualidad, capaz de pasar de su papel de yonqui en Euforia a ser la novia de Spiderman sin escalas), Mike Faist (que había sorprendido en la versión de Amor sin barreras de Spielberg) y Josh O’Connor (que del introvertido cura de Emma ya no dejó nada).

La acción del deporte es algo a lo que escapan los directores de ficción ya que las posibilidades de filmarla mal o que se vea ridícula y muy alejada de la realidad son altas. En el caso del tenis es aún peor por su fama de deporte estático -los puntos son mayormente cortos, los movimientos de los jugadores no son muy variados y siempre los jugadores están lejos entre sí- no ayuda pero si algo no se puede negar es que es uno de los deportes más estéticos para ver en pantalla grande. A pesar de esa negación por brindarle al tenis un lugar central en la gran cantidad de largometrajes deportivos que salen año a año, se han hecho grandes películas sobre el tenis y en Agenda de Cine repasamos tres de ellas:

 

Strangers on a Train, de Alfred Hitchcock (1951)

Dos desconocidos se topan en un tren. Durante el viaje, un psicópata le propone un pacto siniestro a un joven tenista: si éste mata a su padre, él hará lo propio con la esposa del deportista.

La lista no podría ser tal sin la presencia de Alfred Hitchcock. La tensión del viaje con el partido de tenis debe haber sido referencia máxima para Guadagnino. Aquí, la obsesión del cineasta con la idea de un asesinato perfectamente orquestado se cruza con un deporte donde uno debe ser igual de preciso contra el contrincante para vencerlo. El crítico Serge Daney afirmaba que el cine y el tenis compartían más que la belleza: ambas son máquinas de hacer tiempo y se fundan sobre una cuenta regresiva relativa. La película de Hitchcock es la muestra perfecta de ello.

 

7 Days in Hell, de Jake Szymanski (2015)

Dos tenistas, uno en ascenso y otro en pleno ocaso, disputan un partido insólito durante siete largos días.

En un acercamiento completamente distinto, Jake Szymanski (que luego también se metió con el mundo de ciclismo profesional con Tour de Pharmacyen 2017) y el comediante Andy Samberg unieron fuerzas para burlarse de la vida detrás de los tenistas del circuito. Samberg le da vida al polémico Aaron Williams, quien tuvo miles de problemas extradeportivos y que regresa luego de un retiro. Durante una final, se enfrentará al tímido Charles Poole, encarnado por Kit Harington (si, Jon Snow), la mayor promesa del deporte pero quien no da muestras de ser el más carismático o lúcido del certámen. Una construcción de personajes, aunque aquí muy extremo, similar a Desafiantes. Una comedia excepcional que nos gustaría que dure tanto como el partido épico que retrata.

 

Subject to Review, de Theo Anthony (2017)

La aparición del sistema de repetición conocido como Ojo de halcón en el tenis lleva a preguntarse sobre el deporte y la aplicación de la tecnología para definir y conocer aquello que el ser humano no puede por su cuenta.

Quizás el documental deportivo (y vaya que los hay) más interesante de los últimos años. El cineasta Theo Anthony, quien construyó una carrera alrededor de sus más variadas obsesiones como las plagas de ratas o las cámaras de seguridad policiales, se mete con el uso del ojo de halcón en el tenis como excusa para reflexionar sobre las imágenes digitales. Una exploración sobre una herramienta deportiva le permite al documentalista hablar sobre los límites e ineficientes métodos de la realidad virtual, la inteligencia artificial y sus aplicaciones. El mediometraje forma parte de la notable serie de documentales 30×30 de ESPN.

 

Alejandro Tevez

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